Contribuciones de la Mesa 1

Aprender juntes: Herramientas para abordar el trauma desde las pedagogías en resistencia

Autores/as:

comun.al, Laboratorio de resiliencia digital

Resumen:

Las pedagogías en resistencia no solamente nos liberan, también nos permiten explorar otras formas de sanación y (re)conocimiento para transformar las maneras en que nos informamos, formamos y participamos en los distintos ámbitos de las realidades que habitamos. Creemos que la construcción colectiva de aprendizajes es también una forma de (re)construir la memoria que ha sido invisibilizada o fragmentada y también una forma de transformar el presente para imaginarnos el futuro que queramos habitar. Desde comun.al hacemos una invitación a aprender juntes como una forma de resistir (y sanar) juntes, usando las herramientas que nos sirvan para avanzar en nuestras apuestas políticas desde México y otras latitudes.

Enlaces:

Aprender juntes: Herramientas para abordar el trauma desde las pedagogías en resistencia

“Justicia”. Ilustración de Miroslava Cardamomo para comun.al, 2022. CC BY-NC-SA 4.0.

En 2019, la organización ALUNA -dedicada al acompañamiento psicosocial- inauguró  su escuela para formar una nueva generación de personas preparadas para abordar el acompañamiento psicosocial. Incorporar el enfoque psicosocial al acompañamiento que se brinda en procesos de defensa de derechos humanos o la búsqueda de justicia significa buscar maneras de resignificar el daño, la pérdida, el duelo y -sobretodo- los impactos de la violencia que se ha sostenido por nuestras comunidades (y en los cuerpos de las personas que conforman estas comunidades) a través del tiempo, a través de distintas generaciones; es decir: abordar el trauma.

Cuando comenzamos a imaginarnos qué queríamos que fuera comun.al -inspirades en las enseñanzas de ALUNA- reconocimos que hay una fragmentación importante de la memoria. Y, en esa fragmentación, hay también varias brechas que generan disrupciones en las posibilidades de (re)encontrarnos con otres e incluso construir comunidades de afinidad desde las cuales podamos sostener nuestras apuestas políticas o las propuestas que buscamos materializar para -de algún modo- transformar las realidades que habitamos.

Para nosotres, el eje de la memoria se convirtió en algo muy importante porque reconocimos que sin memoria se fragmentan las posibilidades de reflexionar sobre el camino andado, reconocer a las personas y colectivas que nos han permitido aprender y construir desde el presente el futuro que queremos habitar. También, comenzamos a reconocer la importancia que tiene la memoria como “ingrediente” clave en la resignificación de nuestras experiencias, que es también una acción de transformación política fundamental para reivindicar nuestras luchas desde nuestros lugares de enunciación y resistencia. A partir de esto co-creamos una antología sobre la violencia digital que ejerce el Estado en México, reuniendo las voces y la sabiduría de colegas con quienes hemos compartido la defensa de derechos digitales por años.1

Con esto y a la par del trabajo de investigación/acción que realizamos con distintas colectivas de juventudes LGBTIQ+ y personas defensoras de derechos humanos que vivían violencias laborales y de género en organizaciones no gubernamentales, comenzamos a explorar prácticas de justicia transformativa que pudiéramos incorporar a las intervenciones en torno a seguridad digital; apostando por poner al centro de nuestro trabajo colectivo (que hicimos junto con estas personas y colectivas) el bienestar de quienes participamos en estos procesos que eran procesos de aprendizaje y a la vez procesos de sanación a través de los espacios de comunicación e intercambio de experiencias a partir de los cuales buscamos atender las necesidades inmediatas de quienes participaban en esos espacios y a la vez fortalecer los lazos de confianza, camaradería y retroalimentación que permitieran sostener estos procesos en el contexto de la pandemia que presentó retos para nuestras intervenciones y prácticas de tallereo o compartición de saberes.

Sobre la marcha, también nos dimos cuenta de que en los procesos de construcción colectiva que habíamos gestionado a partir de 2019 había una constante que resonaba con otras experiencias de acompañamiento que habíamos tenido en otros espacios colectivos desde los cuales brindábamos apoyo a personas que enfrentaban violencia de género en línea. Descubrimos que, inherente a la forma en que sosteníamos la presencia en los espacios de construcción de saberes, está presente la huella del trauma intergeneracional y contextual de quienes nos reunimos en la afinidad por la construcción de otros futuros posibles.

Reconocer la huella del trauma y sus implicaciones -para la construcción de comunidades, conocimientos y estrategias de resistencia- fue también un proceso que partió de la búsqueda personal por comenzar a reconocer las condiciones en las que hemos sostenido el trabajo en “el tercer sector” (o la sociedad civil no gubernamental, pero sí más institucionalizada). A partir de esta exploración, nutrida sin lugar a dudas de las experiencias compartidas por otres que se acercaron a nosotres para navegar esta complejidad juntes, nos dimos cuenta de que la pandemia también vino a develar la fragilidad de ciertas estructuras organizacionales y jerárquicas que están profundamente arraigadas en la forma en que imaginamos y materializamos la “sociedad civil”.

Para profundizar sobre esto, detenernos a leer y reflexionar sobre el trabajo de Jaime Martínez Luna, María Galindo y Sursiendo ha sido fundamental para entender aspectos de la comunalidad, los feminismos bastardos y la sistematización de experiencias para fortalecer las habilidades digitales respectivamente. Pero también, en este camino, la generosa apuesta literaria de bell hooks, el trabajo de Paulo Freire y la labor de Clemencia Correa en sus apuestas por la liberación desde la pedagogía y la sanación psicosocial han sido claves importantes para detenernos a reconocer, como nombra Alicia Garza, el propósito del poder que también está presente en las relaciones jerárquicas y efímeras que se establecen en los espacios tanto de resistencia como de construcción/compartición de saberes.

Para nosotres, el trabajo de comun.al nos permite reconocer cómo se ubica, conforma y usa el poder para reconocer también cómo podemos gestionarlo de manera consciente, colectiva y al servicio de nuestras apuestas políticas colectivas. Creemos que el poner la pregunta sobre el poder a la par de nuestros procesos de construcción colectiva de saberes es también una forma de descentralizarlo o desmitificarlo, apelando a una genuina búsqueda por generar prácticas que nos ayuden a reconocer maneras distintas de asumir, reconocer y responsabilizarnos por el poder que -también creemos- siempre es colectivo, hasta que se capitaliza y se acumulaal grado de diluir las relaciones de corresponsabilidad que lo habilitan; pasando así de ser un poder colectivo/democrático a ser un poder centralizado/autoritario. Para nosotres (re)conocer y (re)construir las relaciones de poder (y cómo nos relacionamos con el poder) es también una forma de experimentar la participación política y las prácticas de justicia transformativa.

Al abordar estos temas (en el contexto mexicano, de manera híbrida2 y frente a los retos de conectividad limitada e inestabilidad que vinieron con la pandemia de COVID-19) también nos dimos cuenta de que, aunque esto marcaba una brecha de acceso importante, para la mayoría de personas que participaban en nuestras actividades y llamados el “encontrarnos” virtualmente daba una sensación de seguridad que no podíamos ofrecer ni garantizar en espacios físicos. Para personas que viven lejos de los puntos de encuentro, personas disidentes sexogenériques, personas neurodivergentes y personas con discapacidad el tema de la accesibilidad que brindan las tecnologías permitió que participaran en espacios que en otro contexto no hubieran podido aprovechar, mientras que para personas que tienen modelos de riesgo específicos (activistas de la comunidad LGBTIQ+, personas que realizan trabajo sexual o personas que habían estado enfrentando olas de violencia) la posibilidad de conectarse a estos espacios usando pseudónimos o participando únicamente a través del chat permitía intercambios que no habrían sido posibles de manera presencial.

Lo anterior nos llevó también a replantearnos los modelos de seguridad digital que solíamos ofrecer desde otras iniciativas, pensando que de alguna forma también asumir poder por los conocimientos a los que se tiene acceso es buscar la manera de acercar herramientas que permitan que otres puedan aprovechar las oportunidades de encuentro a través de distintas posibilidades que les permitan acceder a las experiencias, conocimientos y prácticas que compartimos y construimos juntes. Es por esto que comenzamos a explorar el uso de Jitsi hasta consolidar nuestra propia instancia3 a la par de una instancia de PeerTube para alojar contenidos tanto propios como ajenos, buscando descentralizar la manera en que compartimos nuestras apuestas audiovisuales. No pensamos en soluciones, pensamos en alternativas que puedan ser usadas por otres en sus propios caminos, luchas y proyectos.

Tras varios años de trabajo en la defensa de derechos digitales, decidimos apostar a otras formas de construir conciencia colectiva y habilidades digitales críticas más allá de ver las tecnologías como amenazas o instrumentos para el autoritarismo. Creemos en la potencia que tiene aprender juntes cómo crearlas, configurarlas y utilizarlas como herramientas que nos ayuden a fortalecer estrategias para construir comunidades, compartir/construir conocimientos, organizarnos, construir puentes con otres y sostener nuestros activismos con alegría, esperanza y dignidad sin comprometer nuestros principios por falta de alternativas tecnológicas para facilitar o agilizar nuestro trabajo.

Esta última perspectiva se convirtió en el tercer eje de comun.al, que es donde exploramos la posibilidad que tienen las tecnologías (más allá de las digitales o vinculadas a internet) para fortalecer nuestras estrategias para el acceso a la justicia, la transformación y la sanación… Es decir, ¿qué herramientas podemos usar para hacer las resistencias más accesibles y sostenibles para todes? No creemos en el tecnosolucionismo, pero sí creemos que las herramientas son rutas de posibilidad y mientras más oportunidades tengamos de reconocer nuestras necesidades y esperanzas más oportunidades tendremos para imaginar qué herramientas podríamos crear o utilizar para soslayar esas necesidades o materializar nuestras esperanzas.

Frente a contextos donde el autoritarismo crecientemente ha encontrado en las tecnologías instrumentos para consolidar mayor control sobre distintas poblaciones, para nosotres la imaginación, la posibilidad y la esperanza (fundadas en la memoria, la justicia y la construcción de saberes colectivos) son también posibilidades para construir movimientos que nos ayuden a transformar las abusivas estructuras de poder que prosperan en la violencia que (sobre)vivimos día con día. Así, pensamos que la resiliencia digital -como nuestro laboratorio mismo- es un peldaño más en el camino hacia un horizonte en el que la autonomía, la independencia, el bienestar y la salud nos convoquen a compartir sobre las distintas experiencias que nos atraviesan y los caminos que hemos andado.

En este sentido, comun.al no pretende traer soluciones, respuestas o “fórmulas mágicas”. Para nosotres, comun.al es un espacio de encuentro y construcción colectiva para imaginar juntes las rutas que nos permitan construir el futuro que deseamos habitar. No es gratuito que nuestro laboratorio sea también un espacio donde ponemos al centro el bienestar y la dignidad, somos un espacio híbrido e itinerante que nació de la esperanza y las exploraciones en torno a las violencias que atraviesan poblaciones marginadas/vulneradas por cuestiones políticas y de género; queremos ser un espacio que represente a las personas no binaries/trans que participamos en la defensa de derechos humanos porque -desde nuestra existencia/resistencia- somos visibles, partícipes y artífices de la transformación social. En el segundo país más peligroso para las personas trans, para nosotres esta manera de resistir es también una forma de conectar con otres y encontrarnos con otres, de intervenir las distancias y crear conexiones que nos nutran, inspiren y sostengan la esperanza.

Hasta que la dignidad se haga costumbre… ¡Resistamos juntes! ¡Aprendamos juntes!


1. Violencia digital en México: El Estado vs. La sociedad civil. Disponible en: https://www.comun.al/libros/violencia-digital-en-mexico-el-estado-vs-la-sociedad-civil/

2. Nos referimos con híbrido a un modelo que combinó lo virtual y lo presencial, en distintos momentos entre el 2019 y el 2022.

3. Disponible para uso gratuito en https://llamada.comun.al

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